El 29 de este mes comienza la 16a. Conferencia de las Partes de la Convención sobre el Cambio Climático en Cancún, México. Desde este boletín, el WRM se integra al esfuerzo de las organizaciones sociales y ambientales por convertir esta instancia en una ocasión para presionar a los gobiernos a que se enfoquen en la raíz del problema: la extracción y consumo de combustibles fósiles.
Dado que la agenda del encuentro no se centra en ese tema, sino que prioriza falsas “soluciones” de mercado -tratando en especial de incluir a bosques y plantaciones en el lucrativo mercado de carbono- será la tarea de los movimientos populares convertir a Cancún en un espacio de denuncia, donde se consoliden redes de resistencia y se gesten alternativas populares para evitar el inminente desastre climático.
Dado que la Convención sobre el Cambio Climático se reunirá a fin de mes en Cancún, México, el WRM está difundiendo una carta abierta a los delegados gubernamentales. Con ella apuntamos no solo a denunciar la inacción criminal de los gobiernos, sino –más importante aún- a promover una mayor presión de la gente sobre los gobiernos, para forzarlos a adoptar las medidas necesarias para evitar el inminente desastre climático.
La carta abierta dice:
Señoras y señores representantes de gobiernos, Conferencia de las Partes, Convención sobre el Cambio Climático
De nuestra consideración:
Como ustedes bien saben, el cambio climático está ocurriendo y sus consecuencias ya están siendo sufridas por millones de personas -en particular las más vulnerables- y todo indica que el problema se está agravando a pasos agigantados. Las causas del calentamiento global son perfectamente conocidas, como también lo son las medidas necesarias para evitar que se profundice y termine afectando a la humanidad en su conjunto. Sin embargo, tanto ustedes como nosotros sabemos que los gobiernos que representan siguen negándose a hacer lo que es su obligación hacer para enfrentar seriamente el problema.
Es bueno recordar que en 1992 todos los gobiernos del mundo se comprometieron, en un convenio internacional, a adoptar medidas para evitar el desastre climático. Surgió así la Convención sobre el Cambio Climático, que casi todos los gobiernos firmaron y ratificaron. Desde entonces han pasado 18 años durante los cuales los gobiernos han hecho poco y nada para enfrentar el problema. Es decir, que durante casi dos décadas se ha estado violando el espíritu de la Convención, que apuntaba a evitar que el cambio climático ocurriese. Dadas sus posibles consecuencias para la supervivencia de la humanidad, dicha violación puede ser catalogada de crimen de lesa humanidad.
Por supuesto que somos concientes de que los gobiernos no actúan solos y que a su amparo operan grandes empresas –estatales y privadas- que lucran con la explotación y venta de combustibles fósiles, que todos sabemos son la principal causa del cambio climático. También somos concientes del poder de dichas empresas sobre muchos de los gobiernos que ustedes representan. Sin embargo, ello no exime a sus gobiernos de la responsabilidad –asumida al firmar esta Convención- de proteger ese bien común de la humanidad que es el clima del planeta.
Por decimosexta vez, ustedes van a participar en la Conferencia de las Partes de la Convención sobre el Cambio Climático. Las últimas reuniones de este proceso no han ido más allá de negociar –sin mayor éxito- sobre aspectos secundarios, sin decidirse a enfrentar el meollo del problema: la eliminación total de las emisiones de combustibles fósiles en el menor plazo de tiempo posible. Todo parece indicar que la próxima reunión en Cancún seguirá los mismos pasos.
Sin embargo, el mundo aún tiene la esperanza de que los gobiernos adopten las decisiones necesarias para evitar el desastre climático y está dispuesto a apoyarlos. Para que esa esperanza pueda concitar su apoyo, se requieren señales claras de un cambio total de actitud. En ese sentido, la principal señal debería ser la de poner a los combustibles fósiles en el centro del debate. Que se deje de lado la discusión de las falsas soluciones a las que se han vuelto tan adeptos (“sumideros de carbono”, “deforestación evitada-REDD”, “Mecanismo de Desarrollo Limpio”, “compensación de emisiones de carbono”, etc.) y que se centren en el verdadero problema: en cómo salir rápidamente de la era de los combustibles fósiles.
Como forma de empezar a recuperar la credibilidad perdida, sus gobiernos deberían comenzar por comprometerse en Cancún a un cese inmediato y permanente de la búsqueda de nuevos yacimientos de combustibles fósiles en sus territorios. Al mismo tiempo, deberían abocarse a la búsqueda de mecanismos compensatorios para asegurar la no explotación de yacimientos ya identificados pero aún no explotados. Finalmente, que establezcan fechas concretas para la total erradicación de dichos combustibles.
Somos concientes de que lo anterior es un enorme reto, pero ¿es mucho pedir cuando lo que está en juego es nada menos que la supervivencia de la vida sobre la Tierra?
Movimiento Mundial por los Bosques Tropicales
Noviembre 2010
TEMAS CANDENTES EN CANCÚN
– De cambio climático a catástrofe climática: una delgada línea petrolera
El cambio climático como proceso de modificación del complejo sistema de fenómenos que ocurren en la atmósfera (temperatura, humedad, presión, vientos y precipitaciones), no es algo nuevo para nuestro planeta. Ha ocurrido en parámetros de tiempo muy extensos, como consecuencia de erupciones volcánicas, cambios en la emisión de las radiaciones solares, en la composición de la atmósfera, en la disposición de los continentes, en las corrientes marinas o en la órbita de la Tierra.
En episodios de cambio climático repentino, como el registrado hace unos 55 millones de años, quizás producto de una intensa actividad volcánica superpuesta a un pico en la tendencia gradual al calentamiento global, las temperaturas experimentaron un aumento del orden de los 6ºC. Millones de toneladas de carbono fueron liberadas al océano y la atmósfera, provocando la extinción de numerosas especies en el fondo de los mares. Otros eventos abruptos similares se registraron hace 120 y 183 millones de años. En todos esos casos debieron pasar unos 100.000 años para que el clima se recuperara.
En la última era glaciar (de 110.000 a 11.500 años atrás), la temperatura se calentó y enfrió alternadamente varias veces en más de 10ºC, provocando importantes cambios climáticos en todo el hemisferio norte. Cada episodio de calentamiento y enfriamiento transcurrió en algunas décadas y duró cientos de años (1) .
La variante que se introdujo en los últimos 200 años, con posterioridad a la Revolución Industrial, es que la concentración de los gases que producen el efecto invernadero – y que en la proporción justa hicieron posible la vida en la tierra reteniendo el calor emitido desde la superficie terrestre – se incrementó abruptamente como consecuencia de la combustión desmedida de combustibles fósiles (petróleo, gas, carbón) producto de actividades humanas. Esto provocó un aumento de la temperatura atmosférica con la consiguiente aceleración del cambio climático. El resultado ha sido una alteración del clima, el cual sigue un patrón no lineal con eventos inesperados y drásticos cuando los niveles de gases de efecto invernadero alcanzan un punto crítico que desencadena otros procesos hasta ahora desconocidos. Esto coloca al planeta en una situación de emergencia en la cual está en riesgo la vida en la Tierra tal como la conocemos.
El Grupo Intergubernamental sobre el Cambio Climático (IPCC, por su sigla en inglés), un grupo de científicos expertos en el tema creado a instancias de la Organización Meteorológica Mundial y el Programa de las Naciones Unidas para el Medio Ambiente (PNUMA), estimó que para evitar un aumento crítico de la temperatura del planeta es necesario reducir las emisiones resultantes de la combustión de petróleo y otros combustibles fósiles entre 80% y 95% para el año 2050.
Pero los niveles de emisiones no solamente continuaron sino que ¡han aumentado! El casquete polar ártico alcanzó el nivel más bajo registrado hasta la fecha, mientras que el derretimiento de la capa subterránea de hielo (permahielo) de Siberia está liberando vastos depósitos de metano (un gas de efecto invernadero), agravando así el calentamiento global. Por otro lado, el 40% de las emisiones de dióxido de carbono (CO2) resultante de actividades humanas y que se incrementó abruptamente en los últimos dos siglos, fue absorbido por los océanos provocando su acidificación, que se puede agravar aún más, con consecuencias desastrosas para la vida de los organismos marinos.
Las últimas estimaciones anuncian que la temperatura promedio seguirá aumentando, pero el grado y duración de ese aumento, así como la severidad de sus consecuencias, dependen de la rapidez y efectividad con que se reduzcan las emisiones de gases de efecto invernadero.
Según datos de la Unión Internacional Para la Conservación de la Naturaleza (IUCN), la quinta parte de los vertebrados del planeta está en riesgo de extinción, por varias causas pero entre ellas el aumento de la temperatura global.
Mientras tanto, 43 estados insulares del Pacífico, el Mediterráneo, el Índico y el Caribe, con una población de 41 millones de personas, podrían quedar sumergidos por un aumento del nivel del mar.
En la raíz de la catástrofe climática
En abril de este año, más de 35.000 personas se reunieron en Cochabamba, Bolivia. La Conferencia Mundial de los Pueblos sobre el Cambio Climático y los Derechos de la Madre Tierra cobijó nuevas visiones y propuestas para salvar al planeta y sobre todo puso sobre la mesa las causas de la crisis climática. En la declaración final del encuentro (2) se reafirma que nos enfrentamos a “la crisis terminal del modelo civilizatorio patriarcal basado en el sometimiento y destrucción de seres humanos y naturaleza que se aceleró con la revolución industrial”.
La responsabilidad por ese rumbo recae en los países llamados “desarrollados”, a los que les corresponde modificar “sus modelos de vida y desarrollo, anulando la deuda externa de forma inmediata, parando la producción de material bélico, cambiando el uso de energía fósil por energía renovable y cambiando los sistemas financieros, económicos y sociales internacionales, que perpetúan los modelos actuales”.(3)
Este sistema de mercados globalizados se ha impuesto a sangre y fuego. Y pocas veces se habla de la contribución de las guerras al cambio climático: desde deforestaciones masivas, como la provocada en Vietnam por la larga guerra de ocupación de las tropas estadounidenses, hasta el consumo de combustible que requiere la movilización de todo el aparataje militar.
Según estimaciones de 2006 de la propia CIA, sólo 35 países (de un total de 210 en el mundo) consumen más petróleo por día que el Pentágono. Según Steve Kretzmann, director de Oil Change International, la guerra de invasión a Irak emite más del 60% de todos los países (4) . Pero para las fuerzas armadas no hay restricciones en materia de emisiones, y el acuerdo de Copenhague no hace referencia al asunto.
Derivaciones: deuda climática, migración, fraudes
La deuda climática
La revolución industrial fue la plataforma de despegue del sistema actual de producción intensiva y a gran escala, comercio global y consumo exacerbado. Como corolario, también del salto cuántico de las emisiones de gases de efecto invernadero. En ambos casos los procesos tienen nombre y apellido, por así decirlo. La explotación y el consumo de combustibles fósiles, bosques, tierras agrícolas y otros recursos del planeta – generalmente ubicados en países del Sur y muchas veces apropiados por el poder y la fuerza – permitieron a los países industrializados alcanzar el poderío económico que hoy detentan.
La histórica deuda ecológica de los países del Norte, generada por la ocupación de territorios y la apropiación barata y destrucción de los bienes naturales en el Sur, se trasladó al clima con la contaminación por emisiones de dióxido de carbono y la ocupación del espacio atmosférico, dando lugar a la deuda climática.
El Profesor Stephen Pacala, de la Universidad de Princeton, citado en un artículo de Barry Saxifrage (5), calculó las emisiones por cápita de 6.500 millones de personas, llegando a la conclusión de que 3.000 millones de pobres no emiten prácticamente nada (6). También por país la diferencia es abrumadora. Ejemplos de emisiones anuales de toneladas de carbono por persona: Zimbabwe 0,93; Estados Unidos 19,66; Canadá 17,86; India 1,17; China 3,7. Es decir, que Canadá o Estados Unidos emiten aproximadamente 20 veces más carbono per capita que una persona promedio en un país del Sur como Zimbabwe.
A nivel mundial, los países que están entre el 8% más rico emiten el 50% del total de emisiones y los que están en el 15% más rico emiten el 75%. El 85% restante de la humanidad emite solamente el 25% del total de emisiones.
Este cuadro lleva a consideraciones interesantes con relación a las medidas para enfrentar el cambio climático: quien debe reducir de manera significativa las emisiones es el 15% más rico, y la mayor parte de la reducción debe provenir del 8% más rico. Y eso sencillamente porque son quienes están utilizando casi todos los combustibles fósiles.
Pero la tendencia no va por ese carril. Si bien el propio Todd Stern, uno de los principales negociadores de los Estados Unidos sobre clima en Copenhague, reconoció el papel histórico de su país en el nivel actual de concentración de emisiones, se apresuró a advertir que rechaza categóricamente todo sentimiento de culpa o reparación (7). ¡Justo a la hora en que deberían asumir su responsabilidad y actuar para hacer frente a la crisis social, ambiental y planetaria! Esa renuencia quedó demostrada en 2009, en la fracasada Cumbre de Copenhague, con su lastimoso “acuerdo” que los propios países industrializados pergeñaron para exigirse, no cero emisiones, sino cero compromiso para reducirlas.
Hasta ahora, en el largo proceso de la Convención Marco de las Naciones Unidas sobre el Cambio Climático, lo que ha surgido no son más que distracciones – en el mejor de los casos – y soluciones falsas que apartan totalmente del único camino viable: cambiar los modelos productivos, comerciales y de consumo, controlados actualmente por intereses empresariales, que exigen un consumo excesivo de combustibles fósiles y que generan situaciones de desigualdad e injusticia. Cambiar el sistema, no el clima.
Migración
El cambio climático también está empeorando la crisis migratoria, la peor que ha enfrentado la humanidad y que hoy se manifiesta en 214 millones de seres humanos desplazados (8) . Las sequías, las inundaciones provocadas por tormentas y huracanes, la contaminación del agua, la erosión y degradación del suelo y otros impactos destructivos de la actual catástrofe ambiental se suman a los factores que están forzando a la gente a emigrar por falta de acceso a tierra agrícola o por escasez de agua. Se estima que 50 millones de personas han debido emigrar por los efectos del cambio climático.
Las miles de personas que deben abandonar las zonas rurales muchas veces pasan a formar parte de los cinturones de pobreza de las ciudades y quienes emigran a países del Norte, en una búsqueda desesperada por la supervivencia, suelen encontrarse con férreos controles fronterizos en un mundo abierto al capital pero no a quienes éste termina expulsando. Muchos de las personas que logran sortear esos controles terminan como ciudadan@s de segunda viviendo una situación de desarraigo en países donde el consumismo y la opulencia de los ciudadan@s de primera terminan resultando ofensivos y exacerbando los problemas sociales.
La crisis migratoria, la crisis climática y la crisis social son las distintas caras de un mismo problema.
Fraudes
Increíblemente la crisis climática, que pone en jaque a la humanidad, se ha convertido para los insaciables intereses empresariales en una oportunidad de hacer negocios. El mercado mundial de carbono mueve muchos capitales y resulta un posible escenario de delitos ambientales.
Un artículo de Mark Schapiro (9) informa sobre una conferencia organizada por la Interpol, cuya jurisdicción se ampliaría a un terreno totalmente nuevo: el fraude en los mercados mundiales de carbono. Esos complejos mercados, que operan en países sujetos a la restricción de emisiones del Protocolo de Kyoto, y que manejan numerosos instrumentos nuevos, crecieron exponencialmente en los últimos cinco años. Sus transacciones alcanzaron el valor de 300.000 millones de dólares, una suma muy alta que necesariamente atrae delincuentes. Sujetos a una supervisión ambigua, estos mercados ofrecen nuevas oportunidades para el fraude. El carbono pasa a ser un commodity que se comercializa.
El interés que existe en que la conservación de los bosques tropicales pase a ser una “compensación” de las emisiones de carbono de empresas o gobiernos en otro lado, abre la puerta a posibles fraudes en países donde la propiedad de la tierra está en disputa.
No son elucubraciones. El departamento anti-corrupción de la policía londinense está investigando acusaciones de que la empresa Carbon Harvesting Company, que opera en el sector de compensación de emisiones, habría reclamado indebidamente acceso a bosques de Liberia para vender derechos de carbono a empresas europeas, entre otras. En otros casos, los agentes especuladores generaron ganancias ilícitas millonarias por evasión fiscal, como fue el caso que dejó al descubierto que más del 80% de las compañías de comercio de carbono de Dinamarca eran tan solo una fachada para el fraude impositivo. El propio ministro ambiental del Reino Unido, Lord Chris Smith, reconoció que a medida que aumenta el precio del carbono, más lucrativo se vuelve el mercado y más delincuentes atrae.
La crisis como oportunidad – ¿de negocios?
El llamado “Capitalismo 2.0”, el modelo resurrecto del capitalismo liberal para capear los tembladerales financieros, en su nuevo ciclo de acumulación encuentra muy conveniente sacar provecho de la crisis climática. El propio presidente de la Shell en el Reino Unido expresó que, para los negocios, hacer frente al cambio climático es tanto una necesidad como una gran oportunidad.
El Protocolo de Kyoto proveyó forma y contenido y así se inventaron estrategias como el sistema Cap and Trade (fijación de limites máximos de emisión e intercambio de los derechos de emisión) y los Mecanismos de Desarrollo Limpio. El Banco Mundial, entre otros, también acudió presto, impulsando la idea de convertir la tragedia (emisiones de carbono) en mercancía y creando un mercado donde especular con ella, con la premisa de que el dinero puede arreglar el entuerto.
Pero lo que ha hecho el mercado de carbono y el consiguiente comercio de emisiones de carbono (CO2) controlado por el mismo sistema económico que está en la raíz de la crisis climática, ha sido contribuir a mantener la hegemonía del capital. Por este camino el pronóstico para el clima, pues, no es nada halagüeño.
“Soluciones” que son parte del problema
• CDM: ni desarrollo ni limpio
Vivimos tiempos en que es imprescindible saber que los programas de mitigación y adaptación al cambio climático, siguiendo lineamientos de la Convención sobre Cambio Climático y su Protocolo de Kyoto y basados en criterios de mercado, no han logrado revertir el cambio climático. Prueba rotunda de ello es que las emisiones de CO2 han seguido subiendo, así como la temperatura media mundial. (10) En cambio han sido exitosos ofreciendo buenos negocios de inversión en países del Sur y creando una especulación financiera que en algunos casos ha dado lugar a situaciones de corrupción.
En África, enorme continente codiciado por sus extensos territorios y pródigos bienes naturales, Blessing Karumbidza y Wally Menne denuncian (11) el caso de la aldea Idete en el distrito de Mufindi, provincia de Iringa, en la región meridional de Tanzania. Allí, en el marco de un proyecto de supuesto “desarrollo limpio” (con bajo nivel de emisión de carbono), la empresa noruega Green Resources Ltd. tiene un proyecto de plantación de monocultivos de eucaliptos y pinos exóticos en las húmedas praderas de la zona meridional de Mufindi.
El argumento es que las plantaciones de árboles son positivas para el cambio climático en la medida que actúan como “sumideros de carbono”, generando un “ahorro” de emisiones de carbono. Esas emisiones, bajo la figura de “certificados de reducción de emisiones” (CERs) o “créditos de carbono” pueden ser compradas en el mercado de carbono por industrias o gobiernos del Norte para compensar parte de sus obligaciones de reducción de emisiones. Es así como funciona el llamado “Mecanismo de Desarrollo Limpio” (MDL), apoyado sobre la falacia de que es válido compensar el carbono adicional extraído del subsuelo (combustibles fósiles) con el carbono atmosférico que se recicla manteniéndose en un balance estable.
Green Resources Ltd. espera que los monocultivos de árboles que ha establecido sobre valiosas praderas sean aceptados como MDL y generen CERs que podría vender al gobierno de Noruega. Queda por fuera la consideración de los impactos negativos de las plantaciones forestales sobre el suelo de la pradera, las reservas de agua y las comunidades rurales locales. Tampoco se tiene en cuenta que la pradera acumula una reserva de carbono que puede mantenerse allí durante cientos o miles de años y que bajo ciertas condiciones puede continuar en aumento.
La filial de Green Resources en Tanzania adquirió muy convenientemente 14.000 hectáreas de tierra a la comunidad de Idete, donde ya plantó 2.600 hectáreas. Tiene planes de seguir comprando más tierra: no menos de 170.000 hectáreas solo en Tanzania, donde le garantizan una tenencia de 99 años en un país de economía principalmente rural donde la posesión, acceso y control de la tierra es esencial para la supervivencia. Sus clientes cautivos son comunidades muchas veces en situación de pobreza y ajenas a la sofisticación de este tipo de negocios internacionales, y un gobierno dispuesto a cambiar los bienes naturales por inversiones extranjeras. No es difícil imaginar la situación y sus resultados. Para el gobierno de Noruega, importante productor y exportador de petróleo, el proyecto de la empresa nacional le sirve para comprar créditos de carbono y con ello poder afirmar que ha “compensado” sus emisiones domésticas. Para las comunidades queda poco, y menos aún en unos años, cuando las plantaciones empiecen a mermar sus reservas de agua. Es así como se gesta el “colonialismo de carbono”.
Es inaceptable que los fondos que supuestamente deben destinarse a resolver los problemas del clima sirvan para apoyar proyectos de monocultivos forestales a gran escala que, además de no contribuir a resolver realmente la crisis climática, aumentan la vulnerabilidad de las comunidades ante la pobreza y socavan su soberanía alimentaria.
• biochar: ¿monocultivos forestales bajo tierra?
Otra de las “soluciones” que se han inventado como estrategia de “mitigación del cambio climático” – todo menos pensar en cómo desmantelar el modelo petrolero – es lo que se conoce como biochar. Se trata de quemar por pirólisis – proceso de descomposición química de materia orgánica por calentamiento en ausencia de oxígeno – “residuos” o cultivos agrícolas y madera de árboles plantados con ese fin. El carbón resultante, combinado con fertilizantes -producidos a base de combustibles fósiles- se agregaría al suelo donde permanecería “secuestrado”. El argumento es que adicionalmente regeneraría tierras degradadas. Por otro lado, sus propulsores argumentan que el proceso genera energía que se utilizaría para reemplazar algunos usos de los combustibles fósiles.
También en este rubro se habla de grandes posibilidades de inversión para lograr una producción de carbón a gran escala. Ya hay proyectos de biochar en marcha en varios países de África: Burkina Faso, Camerún, Côte d’Ivoire, República Democrática del Congo, Egipto, Gambia, Ghana, Kenia, Malí, Namibia, Níger, Senegal, Sudáfrica, Tanzania, Uganda y Zambia.(12)
Se especula que se necesitarían 500 millones de hectáreas de tierra o más para producir carbón, además de la energía correspondiente, seguramente en gran medida a partir de enormes extensiones de monocultivos de árboles (13) . Esto representa una terrible amenaza para el modo de vida de numerosas comunidades, entre ellas indígenas, que se verían desplazadas de sus tierras y perderían sus medios de vida. Incluso existe el riesgo de que estos peligros se potencien con el desarrollo de variedades de árboles genéticamente modificados (GM) para la producción de biochar, o que se extienda el número de especies de árboles de crecimiento rápido.
Hasta la fecha no hay estudios sobre los efectos a largo plazo del biochar en la estabilidad de los suelos, ni sobre lo que supondría para la biodiversidad apoderarse de hasta el tallo más delgado para quemarlo y enterrarlo, robando así nutrientes al suelo y materia orgánica con la que normalmente se produciría humus. También alteraría los ecosistemas naturales que cumplen una función esencial en la estabilidad y regulación del clima y son la base de la producción de alimentos y la protección del agua. Todavía no se sabe si el carbón aplicado al suelo representa de alguna manera un “sumidero de carbono”.
El PNUMA alerta sobre el desconocimiento de los impactos a largo plazo en la sustentabilidad agrícola y la biodiversidad y aconseja tratar la propuesta con gran cautela (14) . Esto no impide al lobby del rubro, representado por International Biochar Initiative, en su mayor parte empresas y académicos muchos de los cuales son cercanos a intereses comerciales, impulsar el biochar y tratar de incluirlo en los mercados internacionales de carbono.
Todo gira en torno al contenido de carbono, con la mirada puesta en el mercado de carbono.
• biomasa: estrategia de venta
Si no fuera trágico causaría hilaridad. Enfrentada como está la humanidad a una emergencia climática, somos testigos de cómo las mismas fuerzas económicas que forjaron el sistema industrial y petrolero que nos puso en esta situación, aparecen ahora promoviendo ciertos cambios para que todo siga como estaba. Entre otras cosas, el mismo volumen de transporte privado, el mismo tránsito de buques y aviones cargueros para que continúe el trasiego de mercaderías por los mercados globalizados, el mismo frenesí de producción industrial, la misma expansión de la agricultura industrial. Todo lo mismo, y en las mismas manos, pero con un toque de “bio”.
Surge así la propuesta de sustituir combustible fósil por combustible derivado de biomasa. ¿Sería posible?
Jim Thomas, de ETC, brinda una lista de productos y servicios producidos actualmente con combustibles fósiles: (15)
* Combustible para transporte (automóviles, camiones, aviones): junto con el combustible para calefacción acapara cerca del 70% del petróleo.
* Electricidad: carbón, gas natural y petróleo son actualmente responsables del 67% de la producción mundial de electricidad.
* Productos químicos y plásticos: aproximadamente el 10% de las reservas mundiales de petróleo se convierten en plásticos y petroquímicos.
* Fertilizantes: la producción a escala mundial requiere un uso intensivo de gas natural.
Hay fórmulas para pasar a “lo bio” a partir de biomasa: para el transporte es posible obtener etanol y biodiesel; en la electricidad se está mezclando la combustión de carbón con biomasa mientras se investigan formas de utilizar nanocelulosa y bacterias sintéticas para obtener corriente eléctrica de células vivas; se está pensando en utilizar azúcar para producir bioplásticos y productos químicos; el biochar se propone como un sustituto de los fertilizantes a escala industrial.
Como bien reflexiona Thomas, durante milenos el mundo vegetal ha sido fuente de combustible y de producción de materiales, pero el nuevo uso del término “biomasa” marca un cambio específico en la relación de la humanidad con las plantas. Se pierde el universo taxonómico de especies y variedades que este término sugería para tratar a la materia orgánica desde una óptica industrial como una sola cosa indiferenciada, una masa, la biomasa.
Es así que para el mundo del biocomercio, los ecosistemas, las plantas, la materia orgánica se reducen a denominadores comunes, a materias primas: las praderas y los bosques pasan a ser fuentes de celulosa o de carbono. Y desde esa mirada, los bosques y las plantaciones de monocultivos de árboles son la misma cosa, al igual que son lo mismo para quienes los ven como fuentes de madera o de carbono.
Por otra parte, la tierra fértil adquiere ahora un valor extra como fuente potencial de biomasa, lo que ya está acelerando la apropiación de tierras, básicamente en territorios del sur y muy especialmente en África. Las tecnologías para la transformación de biomasa – nanotecnología, biotecnología y biología sintética – son las herramientas que permitirán extraer la nueva materia prima.
Se va armando todo un crisol de fusiones y recambios empresariales en los sectores de los laboratorios químicos y biotecnológicos, las compañías forestales y el agronegocio para permitir este tipo de “cambios”: la apropiación de – en el mejor de los casos – una nueva materia prima para combustible, y nada más. Con ello se garantiza que todo siga en el mismo circuito de poder y se perpetúe el sistema de acumulación de capital, con su contracara de desigualdad, pobreza y exclusión. Intacto queda el modelo de producción, comercialización y consumo que está en la raíz de la crisis climática.
En el caso de los agrocombustibles, los que se plantea adoptar son el biodiesel (obtenido de plantas oleaginosas) y el etanol (que se obtiene de la fermentación de la celulosa contenida en los vegetales). Como no se está pensando en bajar la escala de la demanda, habría una enorme expansión de los monocultivos que servirían a ese fin, como es el caso de la soja, el maíz, la palma aceitera, la caña de azúcar, la jatrofa, el eucalipto, entre otros cultivos.
En 2006, y como parte de su compromiso por reducir las emisiones de carbono, la Unión Europea se fijó la meta de que en 2020 el 10% del combustible utilizado en el transporte fuera de origen agrícola. Las consecuencias de destinar lo que se anuncia llegarían a ser 69.000 km2 (6.900.000 hectáreas) de tierra inundados de plantaciones para agrocombustible levanta polvareda (16) . Tanto los sistemas de agricultura familiar y campesina como los bosques, praderas, humedales y diversos ecosistemas se verían avasallados por la expansión de los agrocombustibles.
De todas maneras, esto no implicará un cambio radical en la matriz energética mundial. Se siguen llevando a cabo exploraciones en búsqueda de combustibles fósiles, se continúa explotando carbón, petróleo y gas y no hay señales de que eso vaya a cambiar.
• REDD
Una nueva falsa solución ha aparecido para convertirse en un programa estrella, debidamente maquillado de verde como para generar confusión … y más negocios. Los proyectos llamados REDD (Reducción de Emisiones por Deforestación y Degradación de bosques), si bien aún en ciernes, ya se perfilan como un mecanismo de mercado que servirá para “compensar” emisiones de carbono. Los créditos de carbono que se diseñen por dejar intocada determinada región boscosa podrían venderse en los mercados de carbono internacionales y los comprarían los países contaminadores del norte, para contabilizarlos como parte de sus compromisos de reducción de emisiones. Otra forma para que todo siga como está.
No obstante, el paquete en que se presenta REDD resulta atractivo: ¿qué mejor para una comunidad del bosque que le garanticen que su bosque estará protegido y además le paguen por conservarlo? Sin embargo, es difícil creer que las mismas fuerzas mercantiles impulsoras de la contaminación, se conviertan en generosas benefactoras.
Las comunidades que dependen de los bosques verían sus formas de vida drásticamente cambiadas. En el marco de un proyecto REDD perderían su derecho de acceso al bosque en la medida que cualquier uso del mismo (para leña, para construcción, para cultivo, para medios de vida) se entendería como “degradación” porque reduciría el carbono almacenado en el bosque. Esas limitaciones sin duda que repercutirán en la soberanía alimentaria, la trama social y la identidad cultural de los pueblos indígenas y comunidades campesinas.
Por otro lado, es evidente que esta medida no puede considerarse seriamente como una reducción a largo plazo de las emisiones de carbono. En primer lugar porque, como ya lo hemos comentado (ver http://www.wrm.org.uy/publicaciones/REDD.pdf), se basa en la premisa de que el carbono liberado a partir de la deforestación es el mismo que el carbono resultante de la quema de combustibles fósiles. Dicha premisa es falsa, ya que el cambio climático no se origina en las emisiones de los bosques, sino en el constante aumento del stock total de carbono atmosférico debido a la quema de combustibles fósiles. Es ese carbono, almacenado en el subsuelo durante millones de años bajo la forma de carbón, petróleo y gas el que genera el problema. Dicho carbono – que no forma parte del ciclo natural del carbono emitido y absorbido permanentemente por los vegetales – comenzó a acumularse en la atmósfera y dio lugar al calentamiento global, que a su vez desencadena el cambio climático. Pretender que las emisiones de carbono de los combustibles fósiles se puedan “compensar” por el simple expediente de evitar emisiones resultantes de la deforestación es un argumento falso, dilatorio y letal.
NO A REDD
Es por eso que desde las organizaciones sociales las denuncias contra los proyectos REDD se han ido convirtiendo en expresiones de rechazo, plasmadas en el representativo Acuerdo de los Pueblos, del 22 de abril, en Cochabama, Bolivia, donde más de 30.000 personas, en su gran mayoría representantes de organizaciones sociales, exigieron a los países desarrollados que reduzcan en al menos 50% sus emisiones, y que lo hagan realmente, no mediante sistemas tramposos “que enmascaran el incumplimiento de las reducciones reales de emisiones de gases de efecto invernadero”, como los mercados de carbono o el mecanismo REDD sobre el cual el Acuerdo expresa: “Condenamos los mecanismos de mercado, como el mecanismo de REDD (Reducción de emisiones por la deforestación y degradación de bosques) y sus versiones + y ++, que está violando la soberanía de los Pueblos y su derecho al consentimiento libre, previo e informado, así como a la soberanía de Estados nacionales, y viola los derechos, usos y costumbres de los Pueblos y los Derechos de la Naturaleza”. (17)
Un caso REDD: Destructor de bosques Oji Paper pretende financiamiento REDD en Laos
En 2005, una empresa japonesa llamada Oji Paper emprendió un proyecto para establecer 50.000 hectáreas de plantaciones, principalmente de eucaliptos, en la región central de Laos. Al año siguiente, como parte de su investigación en Laos, un investigador canadiense tomó una serie de fotografías de los bosques derribados por las topadoras de Oji. Ahora, Oji Paper quiere obtener financiamiento REDD para sus plantaciones en Laos.
El momento no podía ser mejor. Unas pocas semanas antes de Cancún, Oji Paper está demostrando uno de los problemas más graves en torno a la discusión internacional sobre REDD: la no diferenciación entre bosques y plantaciones. Oji está demostrando también cómo las empresas pueden beneficiarse de REDD mientras sus actividades provocan graves impactos sobre los medios de vida locales.
Oji Paper comenzó otro proyecto de plantación en el sur de Laos a comienzos de este año, cubriendo un total de 30.000 hectáreas. El estudio de viabilidad, que comienza este mes y se extenderá hasta marzo de 2011, estudiará el posible financiamiento REDD para las plantaciones de Oji Paper en Laos Sur y central. El estudio fue encargado por el Ministerio de Economía, Comercio e Industria de Japón. Según un comunicado de prensa de Oji Paper, [1] se supone que desarrollará “los métodos para medir, presentar y evaluar la efectividad de los proyectos de plantación en la absorción de CO2 y la efectividad de medidas para contrarrestar la deforestación y la degradación del bosque en la reducción de emisiones de CO2.”
Oji Paper planea exportar astillas de madera de sus plantaciones de Laos para alimentar sus operaciones de pulpa y papel en constante expansión. Será interesante ver cómo el estudio de viabilidad considera el hecho de que las plantaciones de Oji Paper no almacenarán carbono por un período de tiempo sino que serán transformadas en astillas, transportadas por tierra y por mar y convertidas en papel. Luego de utilizado, mucho de este papel será desechado en vertederos donde se descompondrá y producirá metano.
Oji Paper es una de las empresas papeleras más grandes del mundo, con un total de 240.000 hectáreas de plantaciones en Laos, Vietnam, China, Indonesia, Australia, Nueva Zelanda, Canadá y Brasil. La empresa planea un programa REDD y tiene intenciones de aplicar los resultados de su estudio de viabilidad de Laos en sus otras plantaciones.
Entre 2004 y 2006, Keith Barney, un investigador de la Universidad de York, Toronto, llevó a cabo una investigación en la aldea de Ban Pak Veng, en el distrito de Hinboun en Laos. Barney describió que la aldea está sufriendo un “efecto de doble desplazamiento”, el primero por estar río abajo de la recientemente construida represa de Theun Hinboun, y el segundo debido a las plantaciones de Oji. “Mediante el programa de reforma agraria,” escribe Barney, “los bosques degradados de la aldea, que son cruciales para su seguridad alimentaria y la producción bajo el sistema de agricultura itinerante, han sido divididos para establecer plantaciones industriales y derribados con topadoras.”
La concesión de Oji en Laos central cubre una superficie total de 154.000 hectáreas, 50.000 de las cuales serán plantadas. Más de 55.000 personas viven dentro de la zona de la concesión.
En 2006, Oji encargó a Global Environment Centre Foundation la realización de un estudio de viabilidad para investigar cómo podría la empresa obtener créditos de carbono a través del mecanismo de desarrollo limpio (MDL). El informe explicó que los aldeanos realizan “agricultura de tala y quema ilegal,” y señaló que “no tienen otros medios para asegurarse el alimento.”
El informe de Global Environment Centre Foundation sostuvo que “los habitantes de la zona en cuestión siguen practicando el cultivo de tala y quema ilegal, y la degradación de la tierra impide la recuperación espontánea del bosque.”
Como señaló Barney, el informe omitió mencionar que los aldeanos de Ban Pak Veng estaban “haciendo cultivos de tala y quema no por tradición secular sino debido en gran medida a que perdieron el acceso a los arrozales de tierras bajas a causa del proyecto hidroeléctrico de THPC (Theun Hinboun Power Company)”.
Barney agregó que el estudio de viabilidad MDL “ignora al menos veinte años de investigación en Laos sobre la importancia que representa para la economía rural el cultivo en tierras altas y los productos no madereros del bosque basados en el sistema de tala y quema (o agricultura itinerante).” Barney documentó en detalle la compleja relación que los aldeanos tienen con su tierra y sus bosques y señaló que los funcionarios estatales, responsables de la producción de los mapas para el programa de reforma agraria, “no manejan en absoluto los mismos términos que los aldeanos en lo que refiere al paisaje y los bosques.”
Desafortunadamente, podemos suponer que el estudio de viabilidad REDD sobre las plantaciones de Oji Paper cometerá los mismos errores. Simplemente, no es de interés de los consultores descubrir y documentar lo que sucede realmente en la zona rural de Laos. Mientras tanto, sí es de interés para ellos reducir las complejas cuestiones sociales y ambientales a simples cuestiones de legalidad o ilegalidad. También ignorarán los medios de vida locales. “Como resultado,” escribió Barney acerca de los planes de Oji Paper, “los aldeanos de Laos están siendo sometidos a una nueva serie de riesgos para sus medios de vida, mientras se les quita la red de seguridad que representa para ellos el acceso a los recursos naturales.”
En 2006, un aldeano dijo: “No tenemos tierra. Oji la tomó.” Otro dijo a Barney: “Nos estamos despidiendo de nuestros bosques.”
Si la empresa responsable de esta destrucción puede afirmar ahora que está reduciendo las emisiones por deforestación y degradación de bosques, esto significa que el concepto de REDD está en una bancarrota intelectual y moral.
Chris Lang, http://chrislang.org
[1] El autor agradece a Mekong Watch por la traducción del japonés al inglés.
La oportunidad del cambio imprescindible
En esta encrucijada planetaria, desde los pueblos surgen voces que reclaman el imprescindible cambio de rumbo.
Así quedó plasmado en el “Acuerdo de los Pueblos” elaborado de manera participativa en la Conferencia Mundial de los Pueblos sobre el Cambio Climático y los Derechos de la Madre Tierra, celebrada en abril de 2010 en Cochabamba, Bolivia. Miles de participantes estuvieron de acuerdo en que “Para enfrentar el cambio climático debemos reconocer a la Madre Tierra como la fuente de la vida y forjar un nuevo sistema”, que estaría basado en una serie de principios, entre ellos “armonía y equilibrio entre todos y con todo”, “complementariedad, solidaridad, y equidad”, “eliminación de toda forma de colonialismo, imperialismo e intervencionismo”. Se reafirma así el concepto de que la naturaleza tiene derechos que deben ser respetados y que los bienes y servicios necesarios para satisfacer las necesidades de las poblaciones no pueden obtenerse a costa de su destrucción.
Con respecto a la crisis climática, el Acuerdo afirma: “Los pueblos tenemos los mismos derechos de protección ante los impactos del cambio climático y rechazamos la noción de adaptación al cambio climático entendida como la resignación a los impactos provocados por las emisiones históricas de los países desarrollados, quienes deben adaptar sus estilos de vida y de consumo ante esta emergencia planetaria. Nos vemos forzados a enfrentar los impactos del cambio climático, considerando la adaptación como un proceso y no como una imposición, y además como herramienta que sirva para contrarrestarlos, demostrando que es posible vivir en armonía bajo un modelo de vida distinto.”
A la hora de pensar en políticas que vayan a la raíz del problema, sería necesario, como expresa la organización GenderCC que “las políticas y medidas que apuntan a mitigar el cambio climático se basaran en una comprensión más holística de la percepción humana, de sus valores y de sus opciones de comportamiento. Esto incluiría el considerar las características específicas de diferentes grupos de la sociedad, como el de los hombres y el de las mujeres. Las políticas serán más efectivas si son hechas a medida para responder a los intereses y las necesidades tanto de hombres como de mujeres, y para perseguir el objetivo de la igualdad de ambos sexos.”
El cambio necesario, que no está dado sino que va tomando forma en la visión de los pueblos, tiene como eje fundamental la soberanía alimentaria que implica el apoyo a la agricultura campesina y familiar.
Dice la organización mundial Vía Campesina que según el IPCC, la agricultura industrial es una de las causas principales del aumento de los gases de efecto invernadero. Este tipo de agricultura de carácter intensivo basada en un aumento del rendimiento en función del monocultivo a gran escala, la concentración de la tenencia de la tierra y el uso masivo de fertilizantes sintéticos y plaguicidas, contribuye a la catástrofe climática, por un lado por el uso intensivo de energía fósil que requiere, y por el otro por los procesos de deforestación que provoca a la hora de expandirse y ocupar territorios.
Frente a esto, La Vía Campesina hace un llamado a “abandonar el camino de la agricultura industrial, destructiva, contaminante y generadora de desigualdad, y apostar en cambio a las comunidades campesinas e indígenas para alimentar a la humanidad y enfriar el planeta”. (18)
Y agrega: “La investigación científica muestra que los pueblos campesinos e indígenas podríamos reducir las emisiones globales actuales al 75% al incrementar la biodiversidad, recuperar la materia orgánica del suelo, sustituir la producción industrial de carne por una producción diversificada a pequeña escala, expandir los mercados locales, parar la deforestación y hacer un manejo integral del bosque.
La agricultura campesina no sólo contribuye positivamente al equilibro del carbono del planeta, sino que crea también 2.800 millones de puestos de trabajo, para hombres y mujeres en todo el mundo, y es el mejor modo de luchar contra el hambre, la desnutrición y la crisis alimentaria actual.
El pleno derecho a la tierra y la recuperación de los territorios, la soberanía alimentaria, el acceso al agua como bien social y derecho humano, el derecho a usar, conservar e intercambiar libremente las semillas, la desconcentración y fomento a los mercados locales, son condiciones indispensables para que los pueblos campesinos e indígenas sigamos alimentando el mundo y enfriando el planeta.”
Los pueblos pueden hacer de la Cumbre de Cancún otro espacio donde fortalecer la integración de los movimientos sociales, elaborar acciones y estrategias comunes y caminar hacia el cambio imprescindible.
Notas
1- Climate change: evidence from the geological record, The Geological, position statement on climate change, http://www.geolsoc.org.uk/gsl/views/policy_statements/climatechange
2 – Acuerdo de los Pueblos, http://cmpcc.org/acuerdo-de-los-pueblos/
3 – Conclusiones del Grupo de Trabajo 8 sobre Deuda Climática: http://cmpcc.org/2010/04/28/conclusiones-grupo-de-trabajo-8-deuda-climatica/#more-1840
4 – “Winner of Project Consored top 25 articles for 2009 – 2010 news stories: Pentagon’s role in global catastrophe”, Sara Flounders, International Action Center, http://www.iacenter.org/o/world/climatesummit_pentagon121809/
5 – The Rich: Our Biggest Carbon Problem, Barry Saxifrage, 12 de febrero de 2009, http://www.saxifrages.org/eco/go19a/The_Rich_Our_Biggest_Carbon_Problem
6 – http://www.breathingearth.net/
7 – Broder 2009 citado en “The End of ‘Cheap Ecology’ and the Crisis of ‘Long Keynesianism’,” Farshad Araghi, 23 de enero de 2010, Economic and Political Weekly, distribuido por Larry Lohman.
8 – Organización Internacional para las Migraciones, http://www.iom.int/jahia/Jahia/about-migration/facts-and-figures/lang/es
9 – “Murder on the Carbon Express: Interpol Takes On Emissions Fraud”, Marck Schapiro para Mother Jones, 8 de octubre de 2010, http://motherjones.com/environment/2010/10/interpol-carbon-trading-fraud
10 – Datos de CO2Now, http://co2now.org/
11 – Potential Impacts of Tree Plantation Projects under the CDM. An African Case Study, 07/10/2010, Blessing Karumbidza y Wally Menne, The Timberwatch Coalition, http://timberwatch.org/uploads/Draft%20Plantation_Projects_under%20CDM%20-%20Blessing%20&%20Wally%281%29.pdf
12 – “Could Biochar save the world?”, Jeremy Hance, 16/08/2010, http://bit.ly/cALKwk
13 – “Biochar, una nueva amenaza para los pueblos, la tierra y los ecosistemas”, Declaración: http://www.wrm.org.uy/temas/Agrocombustibles/Biochar.pdf
14 – “Geoengineering the planet: What is at stake for Africa?”, Diana Bronson, ETC Group, http://pambazuka.org/en/category/features/67522
15 – “The new biomassters and their assault on livelihoods”, Jim Thomas, ETC Group, 07/10/2010, http://pambazuka.org/en/category/features/67535
16 – “Driving to destruction. The impacts of Europe’s biofuel plans on carbon emissions and land”, noviembre 2010, http://www.foeeurope.org/agrofuels/ILUC_report_November2010.pdf
17 – http://cmpcc.org/acuerdo-de-los-pueblos/
18 – ¡Miles de Cancún por la justicia climática!, septiembre 2010, declaración de La Vía Campesina, http://tinyurl.com/2c3qqm2